En una de esas tardes nostálgicas, observando el estado de ánimo de la tristeza, estaba en el patio trasero de mi casa, viendo ese lugar lleno de plantas salvajes, un tanto oscuro y abandonado.
Abrí la puerta de una covacha y descubrí un nicho oculto, un detalle arquitectónico de la casa que nunca había visto realmente, lo visualicé con una vela y una flores, como un pequeño altarcito, en ese momento pensé “Cómo ha estado este nicho escondido detrás de botes de limpieza tantos años, ¡si es hermoso!”
En una arranque casi de furia, tumbé las puertas viejas de madera de la covacha y empecé desenfrenadamente a limpiar ese lugar, tome la decisión de hacer una remodelación extrema en el patio, traer nuevas plantas y habilitar ese espacio desperdiciado en mi casa que tenía gran potencial.
De ahí se detonó una avalancha de creatividad interior que ya no podía parar, esto me llevó a replantearme cada espacio de mi casa, interna y externa, como si cada lugar tuviera otra nueva posibilidad.
Me vi inmersa en esta fuerza arrasadora para limpiar, tirar, ordenar, cambiar todo de lugar una y otra vez y en ese movimiento intenso, de pronto encontré la perla escondida… un shala!
En donde estaba mi cama, podía ser un hermoso espacio para un pequeño saloncito de yoga! Así la remodelación se hizo cada vez más profunda hasta convertirse en un gran proyecto, una idea que llevaba rondando en mi cabeza mucho tiempo pero que no había cobrado forma, necesitaba pasar por ese momento de crisis, para valorar todo lo que SÍ tengo y quiero seguir compartiendo con ustedes.