CAROLINA FERNÁNDEZ
El deporte ha estado en mi vida antes de que tuviera uso de razón. Natación, triatlón, fitness…
Mi vida era entrenar, competir, buscar nuevos retos. Hasta que una lesión de espalda me sacó de escena por un año. Detestaba el reposo, así que me acerqué al yoga pues me permitía mantenerme activa, pero encontré mucho más que eso.
Sobre el tapete quedaron muchas lágrimas mientras descubría mi esencia sin medallas que ganar, sin performance. Aprendí a relacionarme con mi cuerpo de manera generosa, a escucharlo, a abrazar mi vulnerabilidad.
Negada a la cirugía, entendí que mi sanación vendría sólo de adentro, así que fui mi propio experimento. Me volví autodidacta, explorando estilos, teorías y técnicas: meditación, acupuntura, alimentación, mesoterapia, psicoanálisis, mezclé un poco de cada cosa hasta que logré curar mi espalda, y en el proceso sané también muchas dolencias del alma atrapadas en el cuerpo físico.
Mis compañeros deportistas me pedían ayuda con sus lesiones, y así supe que debía compartir mi historia, mi aprendizaje. Acercarlos al casi “místico” mundo del yoga. Empecé la labor de crear clases y rutinas adaptadas a sus necesidades específicas.
Por años combiné mis otras profesiones (Ingeniero Mecánico, Chef) con la enseñanza del yoga, hasta que un encuentro cercano con el cáncer me hizo entender que no había tiempo que perder, tenía que llevar mi mensaje a más personas. Y me dediqué por completo a ello.
La disciplina, el reto físico, el movimiento, el bienestar. Todos los hitos del camino de mi vida son los que definen mi estilo, es lo que llevo al tapete. Conectar el cuerpo físico, activar las fuerzas evidentes,y desde ahí encontrar espacios, reconocer los procesos más sutiles, energéticos y moverse en armonía con la respiración. Por eso me encanta el Vinyasa Flow pues me permite fluir con creatividad, transitar entre posturas de diferentes maneras, construir y deconstruir asanas, explorar y profundizar la movilidad articular, quedarme a medio camino entre fuerza y elasticidad, entre movimiento y balance.
Cuando dirijo mis clases es como recrear mi propia historia. Dejo que los alumnos se relajen, se diviertan, y entonces puedo observar sus cuerpos y las historias que cuentan. Y las que callan. La práctica va haciendo su magia y entonces los guío desde la empatía. Trato de identificar su necesidad y los ayudo a explorarla. Procuro que encuentren su ritmo y se beneficien del proceso a su manera. Así la dinámica se vuelve respetuosa y sanadora.
Por más años que pasen, lo que me llevo de una práctica, propia o compartida, siempre sobrepasa lo que traigo al tapete. Por eso sigo aprendiendo y estudiando. He tomado muchos talleres y certificaciones; Ashtanga, Yoga para deportistas, TRX, Fitness, Nutrición Deportiva, etc. Actualmente estudio Nutrición Integral y estoy completando 100 hrs de Yoga Restaurativo…¡Y aún me queda mucho por aprender!
Hace dos años me vine a vivir a México y apenas pisé Mukta Yoga me sentí en casa. Por eso tomé aquí la certificación de 200 horas el año pasado y me dieron la maravillosa oportunidad de ser parte del staff.
En este camino los maestros han sido muchos: José Antonio Blasco, María Carolina Ojeda, Juan Carlos Linares, Víctor Montero, Ricardo Javornick, Andrea Borbolla, Amado Cavazos, a todos les agradezco y los amo.
Y a cada lesión, por mantenerme atenta y consciente.
Los mejores maestros, mis alumnos, porque dan mucho sin saberlo. Infinitas gracias.